Aunque a estas alturas del partido es como de ingenuos sorprenderse por la impresionante cantidad de divorcios que se dan entre la gente que nos rodea, no deja de llamarme la atención, cada vez que me entero de una nueva ruptura, la espantosa crisis por la que atraviesa la sacrosanta institución del matrimonio.
Esta misma semana, sin ir más lejos, me enteré de que una colega con la que estoy iniciando algunos proyectos de trabajo es ex esposa de un compañero nuestro, de la generación.
En mi entorno, más de la mitad de la gente de mi edad ha pasado por un divorcio. Algunos han vuelto a encontrar pareja pero la mayoría, sobre todo las mujeres, permanecen solos o al menos "solteros".
Un tema asociado a este que me deja pasmado cada vez que conozco un caso -acabo de saber de uno, entre gente de la carrera- es el de los hombres divorciados que se desentienden de sus obligaciones de padre, y no sólo de las económicas.
Siento curiosidad -meramente estadística, no me interesan los nombres- por saber cómo andarán las cifras, en este sentido, en nuestra generación. Tengo la impresión que la proporción de quienes han pasado por (¿sufrido?) un divorcio es mayor que la de los que permanenecen casados.
Cabe aclarar que no hago juicios al respecto. ¿Quién soy yo para hacerlos? Y que en lo absoluto estoy en contra del divorcio. Esta es un inquietud más de índole sociológica, por ponerle alguna etiqueta.
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